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Foto del escritorSergio Martínez López

Butaca reservada (II): Las leyes de la frontera (2021), de Daniel Monzón

Actualizado: 3 nov 2021


El director Daniel Monzón y su trío de protagonistas posan junto al mítico Seat 124.


Daniel Monzón, director de cintas notables como "Celda 211" (2009) o "El Niño" (2014), se acerca al género quinqui y logra una obra con personalidad propia y repleta de acción, romance, tragedia y desesperanza.


Lo confieso, siempre me atrajo ese grupo de películas españolas surgidas entre finales de los 70 y principios de los 80 sobre chicos y chicas sin futuro que, ante el paro y la pobreza propios de sus barrios de extrarradio, se buscan la vida como pueden y viven deprisa.Demasiado deprisa tal vez...


Hablo de ese género quinqui tan denostado por algunos y tan reivindicado por otros, entre los que me incluyo. Directores como José Antonio de la Loma ("Perros callejeros", 1977), Eloy de la Iglesia ("El pico", 1983) o Carlos Saura ("Deprisa, deprisa", 1981, Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Berlín), dieron voz a una generación de jóvenes que, alejados de la clase media y su comodidad, sufrían las convulsiones políticas,económicas y sociales de una España en plena Transición (años 70 y 80) que quería ser democrática pero todavía no sabía muy bien cómo. Eran tiempos de crisis y de cambio donde el paro, la inflación, la precariedad y la desigualdad mermaban la calidad de vida de muchas familias españolas,especialmente las más desfavorecidas. Ingredientes perfectos para que la prostitución, la droga (fue mortal la heroína),la inseguridad ciudadana y la delincuencia campasen a sus anchas por grandes enclaves urbanos (Madrid, Barcelona o Bilbao entre otros).





Paco Marín (cámara de "Perros Callejeros") posa junto a " El Torete", Ángel Fernández Franco.


José Antonio Valdeolomar y Berta Socuéllamos Zarco practican tiro en la cinta "Deprisa,deprisa".

La gran pantalla reflejó todo este submundo con aroma castizo y documental (muchos actores de esas películas no eran profesionales sino chavales que se dedicaban realmente al trapicheo y al robo), llenándose la cartelera durante un tiempo de pícaros, bandoleros y delincuentes convertidos en héroes (muchos de los cuales fallecieron a consecuencia de la drogadicción y el crimen) a ritmo de grupos musicales como Rumba tres o Burning. Así, "El Jaro", "El Torete" o "El Pirri", convertidos en mitos de esa especie de western ibérico, protagonizaron persecuciones en coche, tiroteos, navajazos, tirones de bolsos, pinchazos de heroína (y sus posteriores convulsiones), abusos policiales, robos en gasolineras o bancos de mayor o menor envergadura, dejando imágenes bastante duras para la época y para la actualidad. Era cine directo y sin complejos, tan real como la vida misma. Todas estas cuestiones vistas en la ficción salían de la realidad, pues dichos eventos poblaron durante un tiempo portadas de periódicos, dando al problema una magnitud de orden público (en el País Vasco se juntaba la cuestión etarra).




"El Jaro", protagonista de "Navajeros", interpretado por José Luis Manzano.

Hecha esta breve introducción al género quinqui y al contexto en el que surgió, volvamos a la reciente cinta de Daniel Monzón, "Las leyes de la frontera", adaptación de la novela homónima de Javier Cercas publicada en 2o12, la cual leeré con toda seguridad e interés.


Esperaba con ciertas expectativas (siempre peligrosas) esta cinta. Tenía el "miedo" de que fuera una copia barata, vulgar, impostada y sin sustancia de aquellas míticas películas mencionadas anteriormente, pero la sorpresa ha sido grata y ciertamente recomendable para cualquier tipo de espectador. Asistimos, nuevamente, a otra demostración del buen cine patrio, el cual poco tiene que envidiar a otras producciones realizadas en el extranjero.


La historia que nos cuenta la película es en gran medida un flashback. Son los recuerdos que tiene Ignacio Cañas, alias "El gafitas" del verano más trepidante y peligroso de vida, aquel que transcurrió en la Girona del año 1978. Con un diseño de producción cuidado hasta el milímetro a cargo de creadores como Gorreti Pagès, Balter Gallart o Vinyet Escobar y unas localizaciones perfectamente recreadas y fotografiadas (Carles Gusi), la cinta nos sumerge en el ambiente propio del barrio chino de aquella localidad.


Como espectador lo sientes, lo respiras y lo ves en las ropas, los coches (mítico Seat 124), el tipo de tiendas, los peinados, las máquinas recreativas, las cabinas telefónicas, el papel pintado del interior de las casas, el tocadiscos, los vinilos, esos cines tan peculiares donde proyectaban películas hoy absolutamente censuradas, las televisiones de tubo, los billares, los futbolines de los bares...El repertorio es infinito.


La actitud de los personajes es clave, la cual va ligada ciertamente al crecimiento de los protagonistas. Se nota que los actores no son profesionales y se han trabajado los papeles a nivel de chulería, de jerga callejera (el catalán es clave en la cinta), corporalidad y peinados. Daniel Monzón quería que resultaran una banda de quinquis creíble y lo ha conseguido. La banda sonora otorga mayor veracidad al relato (suenan "La grifa" de El Pelos, el "Te estoy amando locamente" de Las Grecas o ese grupo que recuerda a Triana,Derby Motoreta’s Burrito Kachimba).


Si creo que la cinta funciona es porque cala en mí como espectador y consigue que me involucre en ella. Es decir, conforme va avanzando el argumento vas cogiendo cariño a los personajes, comprendes sus motivaciones, su difícil contexto de vida y, pese a que no estés de acuerdo con lo que hacen, entiendes el porqué de sus acciones. El viaje que realiza Ignacio Cañas le lleva a cruzar las fronteras del orden y de la moral establecida, viéndose sus ansias de rebeldía colmadas por una pareja de delincuentes encarnados por Zarco y Tere (a nivel interpretativo él me acabó convenciendo más que ella, si bien la sensualidad de sus miradas rezuma verdad), formando así un triángulo bien equilibrado.


Estos últimos son los que le sacarán de una vida monótona, gris y acomodada (donde sufre episodios de acoso físico y verbal) y le introducirán en otra caótica, rápida, adrenalínica, incierta y peligrosa. Fascinado por esos exitosos y lucrosos robos que van creciendo a lo largo de la cinta (la secuencia del atraco a la gasolinera tras el delirio hippiesco es digna de recordar), Ignacio se va transformando a lo largo de la película en base a la relación establecida con esa banda plagada de personajes tan peculiares como "El Piernas", "El Gordo" o "El Chino". En ese verano plagado de robos, atracos y persecuciones, Gafitas creció más que en todos sus años posteriores. Su mirada final melancólica mientras visita al preso Zarco revela que jamás vivió tan intensamente un amor. ¿Qué chaval no ha soñado alguna vez con conocer a una chica como Tere y bañarse a lo Adán y Eva en el Mare Nostrum? Jamás estuvo a punto de perder la vida por salvar a unos amigos, Jamás fue, quizá, tan libre...

Ignacio Cañas (Marcos Ruiz), Zarco (Chechu Salgado) y Tere (Begoña Vargas) junto a los chicos y chicas que conforman su banda en este submundo quinqui.

Para concluir, la cinta nos presenta retazos de la corrupción y los abusos policiales, materializados en una pareja de policías compuesta por el típico agente callejero que conoce los vericuetos y los personajes que pueblan los ambientes donde trabaja, y el aspirante a jefe que tiene un importante papel al final de la cinta. Ahí, reside para mí el subtexto político y social que nos invita como espectadores a reflexionar sobre las causas del crimen, la delincuencia juvenil y la marginalidad. Reproduzcamos a continuación uno de los diálogos entre dicho policía y el padre:


-"La justicia es igual para todos"


-"Tú sabes que la vida no es igual para todos".


Quizá Gafitas mereciese pudrirse en la trena como Zarco pero la vida o el destino les tenía preparados caminos bien distintos. Representan las dos caras de la juventud española del momento separadas por una clara frontera: la de los que pudieron estudiar y llegar a ser abogados y la de los que sobrevivieron como pudieron víctimas de su fachada y circunstancias. Entretenimiento y veracidad por los cuatro costados.






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