El poder de fascinar a los demás
- Sergio Martínez López
- 28 ago 2022
- 1 Min. de lectura

"De vez en cuando metía la mano en el bolsillo y tocaba el pequeño frasco de cristal que contenía su perfume. Estaba casi lleno. Para su aparición en Grasse había utilizado sólo una gota. El resto bastaría para hechizar al mundo entero. Si lo deseaba, en París, podría dejarse adorar no sólo por diez mil, sino por cien mil; o pasear hasta Versalles para que el rey le besara los pies; o escribir una carta perfumada al papa, revelándole que era el nuevo Mesías; o hacerse ungir en Notre-Dame ante reyes y emperadores como emperador supremo o incluso como Dios en la Tierra...si aún podía ungirse a alguien como Dios...
Podía hacer todo esto cuando quisiera; poseía el poder requerido para ello. Lo tenía en la mano. Un poder mayor que el poder del dinero o el poder del terror o el poder de la muerte; el insuperable poder de inspirar amor en los seres humanos. Sólo una cosa no estaba al alcance de este poder: hacer que él pudiera olerse a sí mismo. Y aunque gracias a su perfume era capaz de aparecer como un Dios ante el mundo...si él mismo no se podía oler y, por lo tanto, nunca sabía quién era,le importaban un bledo el mundo, él mismo y su perfume".
Comments