El PPadrino
- Sergio Martínez López
- 19 feb 2022
- 3 Min. de lectura

"Nunca pude imaginar que la dirección de mi partido actuara de un modo tan cruel y tan injusto contra mí. Hablé con mi hermano, que me confirmó que había mantenido relación comercial con esa empresa, pero que todo era legal, estaba regulado ante Hacienda y declarado. No puede haber nada más grave que acusar de corrupción a alguien de la propia casa y con responsabilidades de Gobierno, y de hacerlo sin pruebas . Las informaciones que salen del entorno de Casado y él no desmiente son lo peor que se puede esperar de los políticos, y además se hacen desde el anonimato. Que pruebe que obligué a hacer contratos con nadie , que hubo tráfico de influencias o contratos irregulares".
Esta fue la defensa, legítima, valiente y necesaria, que la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso hizo sobre las acusaciones vertidas hacia su persona por la dirección general del PP (Casado y Egea). Génova le acusa de favorecer una a raíz de una supuesta comisión que cobró su hermano por un contrato sanitario durante la pandemia.
Si nos ponemos desconfiados y escépticos, puede que este escándalo haya sido orquestado por la cabeza pensante de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez (quien llevó a Aznar a Moncloa). Él podría haber alimentado estas sospechas contra la presidente y convertirla en un mártir político, una especie de Juana de Arco, y así asestar el golpe definitivo al actual secretario del PP Teodoro García Egea. Me parece algo descabellado, pero ya nadie sabe quién inició esta guerra.
La actualidad nacional no suele interesarme especialmente, pero de vez en cuando salen noticias incendiarias que merecen una reseña y una visita al kiosko. Recuerden la trama de Bárcenas o los ERE de Andalucía (algunos rufianes socialistas se gastaron el dinero público en cenas, casinos y agradables compañías).
No invento la rueda ni le descubro América a nadie si digo que la política no va de ideas sino de poder. Es decir, lo importante, aunque ellos traten de venderlo así, no son los ciudadanos, sino trepar por la escalera eterna del poder hasta la cima. Y allí engancharse al erario público. Y si para eso tengo que eliminar al que me ha puesto, buscaré el mejor modo posible para hacerlo: la propaganda, la manipulación, el espionaje, acusaciones de corrupción, la calumnia o contratos irregulares. Es la política real, la de las luchas intestinas, la que normalmente se da a espaldas de los votantes en los despachos y las sedes y que rara vez sale a la palestra pública. Pero esta vez la plebe ha tenido su dosis de pan y circo. Lejos de regocijarnos en las desdichas de esta gente (el morbo está ahí no nos engañemos), deberíamos preguntarnos qué clase de política queremos y qué clase de individuos están al frente del Estado. El aceitunero, la Lady Di madrileña y su hermano, el Rasputín Camorrero y el que no gana ni a las chapas (Casado) han ejemplificado la decadencia de una formación que no sabemos ni qué postula. El negocio del politiqueo es el verdadero cáncer de nuestra democracia, la mafia de partidos de la que el PP es solo una cabeza. Unos trafican con pastillas, pero ellos con nuestros votos, con nuestra soberanía no olvidemos.
Puede haber gente digna y honorable en política , no digo que no, pero la raíz del árbol hace tiempo que está podrida... Unos se desangran y los rivales (Vox y Sánchez principalmente) cantan victoria y brindan exultantes.
Eso sí, concuerdo al cien por cien con Ayuso en el tema de la familia. Como decía Vito Corleone: "Un hombre que no pasa tiempo con su familia no es un hombre de verdad". Veremos en qué queda todo este embrollo, pero de las luchas internas solo puede quedar uno: César y Pompeyo Magno, Robespierre y Danton, Stalin y Trotsky, Ayuso y Egea...
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