Entre tibetanos y denisovanos
- Sergio Martínez López
- 4 oct 2022
- 2 Min. de lectura

El recientemente galardonado premio Nobel de Medicina,Svante Pääbo, es sin duda una autoridad en el ámbito de la paleogenómica. Esta disciplina reconstruye y analiza información genómica de homínidos de homínidos extinguidos. Sus descubrimientos sobre la evolución humana le han llevado a secuenciar el genoma neandertal así como a elaborar interesantes teorías sobre los denisovanos, parientes de los neandertales. Sus teorías han sido reveladoras para comprender el proceso de hibridación de nuestra especie, el homo sapiens, con otros grupos de homínidos ya extintos hace miles y miles de años. ¿Qué nos diferencia de ellos? ¿Qué características hemos heredado? Ya hace algunos años se descubrió que los humanos moderno no africanos comparten entre 1,8 y el 2'6% de ADN neandertal.
No es casual que, por ejemplo, las poblaciones tibetanas actuales hayan "heredado" el gen EPAS1 de los denisovanos. Al parecer, dicho hecho les confiere ventajas a la hora de sobrevivir en esta meseta situada a más de 4.000 metros de altura. No es fácil adaptarse al frío extremo y a la escasez de oxígeno presentes en aquellos territorios asiáticos, pero estos grupos humanos lo han hecho durante milenios, gracias a su particular historia evolutiva. La prehistoria es una disciplina fascinante que, entroncada con la antropología y la arqueología (sus profesionales se merecen monumentos por su compleja y necesaria labor), nos lleva a los albores de los tiempos, cuando nuestra especie salió por primera vez de su cuna africana para recorrer los paisajes de nuestra querida Tierra. Sabemos que en su trayecto se cruzaron con otros poblaciones, dando lugar seguramente a conflictos y alianzas. El enemigo de mi enemigo es mi amigo y cosas así.
El economista francés liberal del siglo XIX Frederic Bastiat dijo lo siguiente: "Cuando las mercancías no cruzan las fronteras, lo hacen los soldados". Retomando su idea, si la guerra y el comercio han sido las tónicas dominantes en la historia del ser humano (basta echar un ojo a los últimos 6.ooo años), no es descabellado pensar que en aquellos tiempos se produjesen intercambios similares de gritos, golpes, materiales y fluidos.
El paleontólogo José María Bermúdez de Castro,codirector de Atapuerca, valora así la concesión del galardón al genetista sueco: "Es la primera vez que nuestro ámbito científico es reconocido porque Svante Pääbo ha abierto una caja extraordinaria de posibilidades para la investigación de la evolución humana.Nosotros siempre hemos estudiado la morfología (de los fósiles), que es lo que teníamos a nuestra disposición y es importantísimo,pero al llegar la genómica se han abierto muchísimas puertas y nuevas preguntas, aunque no de todos los fósiles se puede sacar ADN.Estamos trabajando mucho en China, donde hay fósiles que aún no sabemos qué son, y se están relacionando con los denisovanos".
Seguramente, las líneas abiertas por este investigador generen nuevos esquemas sobre la evolución humana, siempre sujeta a revisión y reformulación. Es normal, estamos trabajando con poblaciones prehistóricas que, en unos casos se extinguieron, y en otros pudieron entablar relaciones con nuestros ancestros. Relaciones que pueden ser más importantes de lo que pensamos. La evolución humana es, en definitiva, un puzzle incompleto sobre el origen del hombre cuyas piezas estamos obligados a encontrar, o al menos a intentarlo...
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