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Fotogramas en tu retina (VIII): "Son de mar" (2001),de Bigas Luna

  • Foto del escritor: Sergio Martínez López
    Sergio Martínez López
  • 16 ene 2022
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 26 ene 2022



Leonor Watling interpreta a Martina, la Penélope homérica de Bigas Luna.

Los ingredientes estaban puestos de manera inmejorable y la cena era digna de Agamenón y Menelao. Actores de talla, localizaciones levantinas espectaculares y argumento que rezuma mitología por los cuatro costados, pues apela a los orígenes de la literatura, a los mismísimos Homero y Virgilio (se cita también el célebre poema Ítaca de Constantino Cavafis). Sin embargo, el director barcelonés Bigas Luna no consigue, al contrario que en otros de sus trabajos, cerrar del todo una historia que poseía mimbres para algo más, o al menos a mí me lo parecía.


Aplaudo el intento de un cineasta siempre valiente en sus propuestas pero la segunda parte de la historia no me convence y me deja patidifuso. "Con lo bien que ibas cabrón",no paraba de decirme.


He de reconocer que la primera media hora me deslumbró por momentos. Ese profesor de literatura, trasunto de Ulises valenciano, encarnado en un Jordi Mollà que hace suyo el rol de profesor de literatura llegado a la localidad alicantina de Denia (podemos ver escenarios naturales como la Marineta Cassiana, Les Marines y Les Rotes), ese engreído y narcisista empresario de la construcción Sierra (magnífico Eduard Fernández, uno de nuestros baluartes actorales) y la mujer de la discordia Martina, la Penélope que encandilará a Ulises desde el primer encuentro con ella en el restaurante (el arroz valenciano es un valor seguro siempre) y que vivirá con él un amor trágico y apasionado a partes iguales. Me toca algo mis partes más nobles lo de amar implica sufrir, pero las quejas a los mitos griegos...


Dichos prolegómenos de la desdichada relación establecida entre Ulises y Martina son plasmados de la manera más poética y estética posible, introduciéndonos en los rincones más bellos de nuestra mitología mediterránea arraigada en la Antigüedad remota. Me fascina cómo el director, no me quiero olvidar del guionista Rafael Azcona adaptando la novela homónima de Manuel Vicent, consigue plasmar la sensualidad de las situaciones sin caer en lo pornográfico o en el erotismo más obvio y zafio. Bigas es de esos directores que sabe rodar escenas de cama. Le basta con una mirada tan sugerente que lleva el pecado en las pupilas, un plano fijo a las bragas recién tendidas y una posición diferenciada (ella arriba y él abajo) avalada por un cruce de miradas que lo dicen todo sin decir nada. No me quiero olvidar de las escenas con los alumnos donde, como me es familiar el ambiente, se me salen unas sonrisillas al ver las lecciones de vida encubiertas en literatura de nuestro querido protagonista.


“Del querer al no querer hay un camino muy largo que todo el mundo corre sin saber ni cómo ni cuando”, casi nada...


Acto seguido se van entrecruzando sus historias hasta que, tras un encuentro en la montaña y una sesión tecno con la Eneida de fondo (obra con la que él la enamora), llega el encuentro en una cueva donde invocarán a Eros y consumarán su primer acto sexual.


Reproduzco un pasaje de esa escena: “Estando en la cueva el héroe y la hermosa Dido, el cielo comenzó a turbarse con una gran tempestad. La Diosa Juno, al ver a los dos amantes abrazados dio enseguida la señal. Comenzaron a bailar los relámpagos, y las ninfas empezaron a bailar en la boca de la cueva”


A partir de ahí, ellos llegan a Valencia (magníficos los planos de la estación por cierto), tienen un hijo y se casan. Pero como estamos viendo una adaptación contemporánea y encubierta de Homero, nuestro Ulises debe perderse y Penélope, digo Martina, debe rehacer su vida con un segundo matrimonio vacío con el constructor que andaba tentándola con sus ingentes riquezas, vestidos y mansiones (la pesca de atunes no es rival para él). Es decir, entramos en lo que considero a todas luces un culebrón fotografiado de la manera más anodina y carente de gracia donde el protagonista desarrapado vuelve, con una excusa que me interesa más que el resto de la película, se acuesta no sé cuántas veces con Martina en su piso ocupa (aquí Bigas sí que peca de evidente) y al final ambos mueren ahogados vía cocodrilo en un barco, volviendo así al plano inicial de la cinta con el cuerpo inerte flotando sobre el mar.


No he leído todavía las fuentes homéricas en las que se basa pero sé que la historia del Ulises homérico está mejor resuelta que lo que vemos aquí. Quizá es presa de los legendarios, inconmensurables e inigualables versos grecolatinos que intenta traducir a imágenes.


Está un peldaño por debajo de "Jamón, jamón" o "Huevos de oro" pero merece la pena un visionado, aunque solo sea para recordarnos de dónde venimos y quiénes fueron nuestros antepasados, nuestros mitos plagados de dioses,diosas, héores y amores turbulentos y los paisajes de nuestro Mare Nostrum...


Una última frase:


-¿Cómo te va a gustar un hombre que no sabe ni hacer dinero?


-Bueno, sabe contar historias.


 
 
 

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