John Kennedy Toole y la caprichosa fortuna
- Sergio Martínez López
- 7 feb 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 13 feb 2022

Con la literatura sucede un proceso similar al que experimentamos con la música o las películas: las obras llegan a ti en un momento concreto, ni antes ni después. Cervantes decía aquello de que en cada libro hay una línea esperando para dar sentido a nuestra existencia. Algo de razón tenía el padre del Quijote. Infinitas veces he escuchado a muchas personas alabar las múltiples virtudes de "La conjura de los necios", novela que según los académicos y letraheridas ocupa un lugar eterno en la historia de la literatura. Tras indagar en aspectos variopintos de la biografía de su escritor, oriundo de Nueva Orleans, John Kennedy Toole (1937-1969), decidí ir a la biblioteca municipal más cercana (sí, todavía existen en esta era tecnológica) y alquilar el mítico ejemplar amarillo de Anagrama.
Cuando escribo estas líneas que perecerán en vuestras pupilas voy aproximadamente por la mitad del libro. Su personaje principal, Ignatius Reilly, merece toda la fama que posee en el imaginario popular. Este medievalista, tan huraño como sabio, apalancado en casa junto a su peculiar madre y su intento de realizar una enmienda total a la modernidad en base a sus filosóficos cuadernos Gran Jefe (la falta de teología y geometría y las alusiones a Boecio) son para enmarcar. Si a ello sumamos sus intercambios dialécticos con los diferentes personajes, todos ellos poliédricos e interesantes, que osan poner a prueba su verbo excéntrico, irónico e ingenioso, pues miel sobre hojuelas. No dejo de preguntarme cómo cuestiones tan actuales como el identitarismo (más racial que sexual, pues estamos en la época de la lucha por los derechos civiles de la población afroamericana) y la cultura woke ya son dibujados con maestría por la excelsa pluma del autor. Las cartas incendiarias que intercambia cual cuchillos con su exnovia del Bronx Mirna Minkoff...En fin, es un suma y sigue, lo cual demuestra que el libro cumple con las expectativas extensas que el público profano tiene.
Quisiera centrarme en la maestría del autor a la hora de entrelazar historias y tramas a partir de un elemento tan inerte como enigmático: el libro de Boecio "La consolación de la filosofía", publicado hacia el siglo VI de nuestra era. Cual maletín de Pulp Fiction o caja de Belle de jour, la obra en cuestión llega a pasar por cuatro manos.
Reproduciré aquí la secuencia: Ignatius se lo dejó a su madre con el fin de que esta se lo entregara al patrullero Mancuso para así aliviar su crisis existencial. A este policía lo conocieron madre e hijo durante una noche en la que tuvieron un pequeño accidente automovilístico. Pero la cosa no acaba aquí: Ignatius, tras ser despedido de la oficina, encuentra trabajo como vendedor de salchichas en plena calle. Se enzarzó con un tal George, adolescente que anda metido en trapicheos. El joven "trabaja" en el bar Noche de Alegría, tugurio del cual echaron a nuestro protagonista. La jefa del local, Lee (que tuvo algunas palabras con Ignatius), necesita un libro para satisfacer su vanidad. Así, durante un día de guardia en la estación de autobuses, Mancuso se topa con el presunto quinqui. Resultado de un forcejeo el libro acaba en manos del chaval, siendo entregado a la señora Lee.
Lo que me parece extremadamente genial de todo este embrollo es que las situaciones van sucediéndose casi por azar. Y, casualidades de la vida, la fortuna es la base temática de la obra de Boecio...
La rueda de la fortuna juega con los personajes de Toole cuya pluma sigue asombrándonos décadas después. Es una obra que leeré indudablemente más veces...
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