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Leer para dudar

  • Foto del escritor: Sergio Martínez López
    Sergio Martínez López
  • 30 ene 2022
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 11 feb 2022



Hace unos días, durante una de lecturas nocturnas, tropecé con un artículo del excelente portal Jot Down titulado "Dime a quién votas y te diré a quién lees", escrito por Elena Costas. En él, se ahondaban en las claves que sustentan el sesgo ideológico que, por desgracia, tanto vemos en los medios de comunicación. Ella ponía el caso de la prensa (en digital y en papel) y me sorprendió el hecho de que la polarización y la politización (ya saben, esa conflictividad tan recurrente en redes, los delitos de odio y las injurias por tweets) son fenómenos que tienen su origen no tanto en el proveedor, el periódico en cuestión, como en el demandante. Es decir, no es que el editor de un periódico (empresas privadas no lo olvidemos) se alíe sin vergüenza alguna con el político en cuestión, sino que es el propio público (nosotros) el que consume esas informaciones para reafirmarse en su opinión de que la razón la lleva él y los otros son poco menos que diablos.


Esto remite a algo que ya intuía: muy pocos quedan ya que pongan todo lo que pasa por sus retinas en cuarentena, lectores críticos la realidad que les rodea y con los medios que filtran su interpretación. La mayoría parecen optar por la vía fácil: me informo en el medio que comulga con mi ideario y no salgo de mi particular burbuja mediática. Cero crecimiento personal y académico. Cero actitud crítica. Cero interpretación de los hechos. Cero elogio de la duda.


Todo ello se resume en un público biempensante fruto, en parte, de una pobreza intelectual manifiesta. Gracias a medios como Twitter y a su dictadura de 140 caracteres restan vigor académico a debates políticos, económicos y sociales que exigen preparación, tablas y neuronas por parte de quienes entran al filón dialéctico. El filósofo Nietzche que no existen hechos sino interpretaciones, quizá la verdad no interese y la mentira sea el pan nuestro de cada día. No estoy de acuerdo totalmente con ello, pues hay búsquedas de la verdad y de la objetividad más legítimas y neutrales que otras, por cualquier bando ideológico del que se parta, y caer en el error de consumir únicamente lo que te reconforta me recuerda a aquellos que se consuelan con poco, muy poco.

 
 
 

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