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Lola o la cocaína que no fue

  • Foto del escritor: Sergio Martínez López
    Sergio Martínez López
  • 4 jul 2022
  • 1 Min. de lectura

El pub Hippodrome situado en la Calle Lepanto, 18, Benidorm.


Mi zona inglesa no me defrauda y acabo una noche triunfal en el Wembley de los garitos. Lola esta noche no iba a pasar mucho tiempo con sus amigas. No me quitaba la lengua de encima. Sin comerlo ni beberlo, palpé su monte de Venus y la diosa lloraba de placer. Los gemidos nacidos de la pasión se entremezclaban con la música tecno que pasó a un tercer plano. He de reconocerlo,sus ojos celestes cual Támesis me embelesaron y decidí quemar mis naves cual fiel servidor de Alejandro Farnesio y Felipe II. Yo sí que conseguí plantar mi pica en Londres para disgusto de los anglicanos. No se llevó el polvo del que nació nuestro breve romance etílico y sexual pero se fue más alegre que una perdiz. Ignoro dónde estará ahora pero sé que mi cuello notará su presencia un par de días...


Me dirijo hacia mi casa por la avenida Mediterráneo. Puedo andar y conozco el camino, pero los pies están destrozados de tanto seguir esos ritmos musicales infernales que parecen salidos de Paganini fusionado con David Guetta. Mis neuronas siguen activas para escribir estas líneas, pero toca concluir esta noche inolvidable. Cómo no soy un fantasma de los Warren, guardé vídeos a modo de recopilatorio audiovisual. Por cierto, justo al salir del Hipódromo una amable mujer afroamericana me ofreció una felación. No llevaba dinero y le dije que tenía girlfriend.No soy de esos.La calle se me está haciendo más larga que el Himalaya.Llegaré a casa.No pienso cambiar ni una sola línea de esta reseña.

 
 
 

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