Los dedos de Dios (II): La Campanella de Franz Liszt (1838)
- Sergio Martínez López
- 23 feb 2022
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 24 feb 2022

Llega la segunda entrega de esta sección dedicada a aquellas melodías que nos llegan al alma. En este rincón,ya saben,solo caben maestros, prestidigitadores, genios. La entrada será algo más extensa, pues he decidido incluir algunos aspectos biográficos de los protagonistas.
En este caso llega un artista de los que escuchas una pieza y te enamoras al instante. Te quedas patidifuso, sin dar crédito ante el manejo infernal de dedos sobre las teclas del piano, incomprensible para los profanos. Estoy hablando de La Campanella de Franz Listz (1811-1886), compositor, pianista y director de orquesta húngaro (nación en tiempos del Imperio austríaco y murió en tiempos del Segundo Reich alemán posterior a la unificación).
Hijo del romanticismo, su espíritu inquieto le llevó a viajar incesantemente por Europa, desarrollando una fabulosa labor de concertista y de maestro. Entre su extensa producción podemos hallar sinfonías, misas, conciertos, poemas sinfónicos (modalidad de la que es creador) y estudios para piano. Son célebres su Misa húngara de la coronación y las Rapsodias húngaras.
El húngaro causaba furor por donde pasaba, recibiendo de parte del público, siempre respetable y agradecido, no flores (como era costumbre en las salas europea), sino joyas. Su soberbia manifiesta queda patente en el hecho de que él no besaba la mano a las mujeres. Ellas debían besárselas a él...
Robert Schumann (1810-1856), otro colega de profesión, describe el virtuosismo y magnetismo de Listz a través de una actuación de 1840 : “Su entrada fue saludada por una entusiasta ovación de todo el público. Luego él empezó a tocar (...) y el demonio empezó a mover sus fuerzas. Casi como si quisiera poner a prueba al público, pareció primero juguetear con él, para luego darle algo más profundo, llegando así a engatusar a cada uno de los espectadores con su arte levantando y arrastrando al público entero a su antojo. Semejante capacidad para subyugar no puede comprobarse en otro artista, exceptuando a Paganini (...) Hay que escucharle y también verle: Liszt no podría de ningún modo tocar desde detrás de los bastidores, porque de esta forma se perdería gran parte de su poesía”.
De hecho, en París inventó hacia 1839 el recital solista tal y como lo conocemos actualmente. Vamos, que fue un Juan Palomo de la época. "El concierto soy yo", dejó escrito en carta a una aristócrata amiga.
A modo de anécdota de dudosa credibilidad, se dice que llegó a tocar en 1823 delante del mismísimo Beethoven (1770-1827), recibiendo un beso del célebre maestro cuya sordera ya era acusada para dichas fechas.
Centrándonos en la pieza de esta reseña, La Campanella es un estudio para piano y a la vez número 3 de los Grandes Études de Paganini (1782-1840). La pieza está basada en un tema de la última parte del concierto para violín nº 2 de Paganini, un róndó en el que la armonía estaba reforzada por el sonido de una campanilla. Si bien toda la pieza me envolvió, quedé totalmente extasiado y perplejo ante un final tremendo cuya fuerza parece evidenciar la venida de las Valkirias deslumbrantes sobre los cielos septentrionales. Les dejo el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=WqrusoQ6xVM.
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