La frase que encabeza este artículo proviene de Adolf Hitler. Define perfectamente el papel que debían tener las madres alemanas en la nueva Alemania : proveer al Tercer Reich de cuanto más retoños mejor. Según sus delirios políticos, se trataba de garantizar el mantenimiento de la raza aria a cualquier coste, creándose incluso galardones como la Cruz de Honor de la Madre Alemana o esterilizando a aquellas cuyos genes eran, según aquellas cabezas, deficientes e inútiles para los intereses alemanes.
Dicho argumento ya lo utilizó, por ejemplo, la I República Francesa nacida de la Toma de la Bastilla para insuflar ánimos necesarios a la joven nación, la cual estaba en guerra interna y externa (desde 1798 el servicio militar era obligatorio y universal). Dar hijos a la República era un inmenso honor. Además, los nazis recuperaban el estereotipo manido de doncella que dominó en el siglo XIX en el Viejo Continente (aunque siempre hay excepciones). El ángel del hogar vaya y, por supuesto, ni rastro de sufragismo o feminismo.
Else Danielowski, berlinesa nacida hace un siglo, nos dice lo siguiente: "Recuerdo que me sentía aliviada al ver que volvía la tranquilidad después de años de caos. Todo volvía a estar en orden. Para nosotros las banderas rojas, blancas y negras con la esvástica, eran tan solo un detalle más".
Pero frente a ciertas interpretaciones que niegan la valía política y social de las mujeres en este tipo de regímenes totalitarios (implacables y enemigos de las libertades y derechos individuales), se alzan voces como la de Anna Maria Sigmund, historiadora graduada en Viena.
En su libro "Las mujeres de los nazis" recorre y analiza las vidas de significativas mujeres que dejaron su impronta en el nazismo y fueron, tras las bambalinas si se quiere, importantes en el auge y mantenimiento del mismo. Eva Braun (1912-1945), Magda Goebbels (1901-1945),Leni Riefenstahl (1902-2003),Carin Goering (1888-1931), Emmy Goering (1893-1973), "Geli" Raubal(1908-1931), sobrina y muy querida por el dictador, Henriette von Schirach (1913-1992) y la que fuer la máxima dirigente de las organizaciones femeninas nazis, Gertrud Scholtz-Klink (1902-1999). Todas ellas unidas al destino personal y profesional de aquel loco que cambió para siempre el mundo.
Esta última llegó a decir;
"Y entonces, como personas y camaradas, vamos a ser cada vez mejores alemanes, que ponen su vida perecedera al servicio de una gran época para que el Führer pueda crear una Alemania eterna a partir de su oratoria, hinchada y fanática"
Reproduzco a continuación fragmentos del libro de Sigmund.No merecen desperdicio.
PREFACIO
"No echan de menos la oficina y tampoco el Parlamento. Un hogar íntimo, un marido cariñosa y un montón de niños felices es algo más próximo a sus corazones. Así lo formuló Adolf Hitler, los ideólogos del partido completaron la anacrónica imagen del Fuherer y crearon el ideal nazi de feminidad: una alegre criatura, alta, trabajadora, rubia-nórdica, en medio de sus muchos descendientes junto al fogón doméstico.
A los contemporáneos se les ocultó que pocas esposas, compañera y amantes de los capitostes nacionalsocialistas respondían a esta imagen sublime.
De ello se encargó la eficiente y rigurosa censura del doctor Joseph Goebbels, que impidió cualquier mirada no deseada dentro de la esfera privada de los poderosos. Así solo había escasos y secretos rumores, difundidos, corriendo un riesgo mortal. La corte de Hitler constituía una sociedad herméticamente cerrada, exclusiva, casi nada se filtraba al exterior y el destino, a menudo inusual e incluso dramático de las compañeras de viaje del régimen, quedó reducido al ámbito de la especulación. Pero ¿cómo vivían las mujeres en el ámbito de la influencia de la élite nacionalsocialista? ¿Qué papel representaban oficialmente y cuál entre bastidores? ¿Quiénes eran esas artistas, mecenas y políticas que Hitler contaba entre sus "mujeres de bandera"?
Inmediatamente después de terminar la Segunda Guerra Mundial , la prensa escribió extensamente acerca de las dirigentes femeninas del Estado nazi, convertidas en casos judiciales. Sin embargo, muchas de las entonces sensacionales revelaciones y sus apasionadas contradescripciones autobiográficas no han soportado la prueba de una posterior revisión.
Sólo la distancia respecto de los acontecimientos, el actual estado de la investigación histórica sobre la historia del Tercer Reich, la apertura de archivos cerrados, así como la comparación de numerosas fuentes subjetivas y objetivas, han hecho posible las biografías seleccionadas de aquellas mujeres que un día tuvieron importancia en la sociedad nacionalsocialista".
A.M.S.
Viena, verano de 1998
Hitler y "la mujer alemana"
El 3 de abril de 1923, el periódico del partido socialdemócrata (SPD) Münchner Post escribía acerca de las "mujeres locas por Hitler" y caracterizaba con sarcasmo a las numerosas protectoras y admiradoras que escuchaban sus discursos con ojos humedecidos por el arrobo (éxtasis), empeñaban sus joyas y hacían préstamos.Como revancha por ese y similares artículos, Hitler hizo destruir el 8 de noviembre de 1923 las salas de redacción del periódico.
De hecho, las mujeres fueron fieles auxiliares de Hitler desde primera hora. Le despejaron el camino,establecieron contactos y le financiaron.En 1926, el NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) estaba al borde de la quiebra, y Hitler amenazaba con suicidarse: "No asumiré la bancarrota, mejor pegarse un tiro".
"Entonces
Bruckmann era el hijo menor del editor Friedrich Bruckmann. Después de la muerte de su padre en 1898, Hugo y su hermano Alphons se convirtieron en propietarios de F. Bruckmann KAG en Munich. Bruckmann y su esposa Elsa Bruckmann estuvieron entre los primeros y muy influyentes promotores de Adolf Hitler,[1] y lo ayudaron a obtener acceso y aceptación dentro de los círculos de clase alta en Munich.[2]
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