La película bien podría llamarse Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos o cómo Marvel nos vende la misma película y pagamos orgullosos por ello.
Star Lord, Gamora, Peter Parker, Tony Stark,Loki,Natasha Romanoff…Si hubiera que definir las historias que nos ha presentado el Universo Cinematográfico Marvel en cine podríamos usar la expresión drama familiar. Batman es otro ejemplo. Una gran cantidad de héroes y heroínas tienen en común conflicto: el sufrimiento por la pérdida de la figura paterna, los pecados del mismo y la necesidad de superarlo dicha figura a nivel ético o moral mediante habilidades ligadas a la técnica o a la fantasía épica galáctica. Sería uno de los principales motores que mueven a los personajes y por un hilo conductor de peso en la mayoría de películas.
Sin llegar a la complejidad,perfección refinamiento shakesperiano propio de la trilogía de El Padrino, Marvel (adaptando las historietas de los cómics) apuesta una vez más por este esquema argumental. Esta vez le toca el turno a Shang-Chi, un aparcacoches que trabaja junto a su novia,Katy, interpretada por Awkwafina en la ciudad de San Francisco. Como ya sucedió con otros héroes americanos (recordemos a Rocky), este proyecto de superhéroe se convierte en un instrumento para reflejar los valores de la cultura americano y por ende del imperialismo americano (arraigados en todo el mundo desde hace tiempo): emprendimiento, esfuerzo, sacrificio y superación de las circunstancias familiares y personales.El decálogo del héroe nuevamente. Todo ello se entremezcla con una tradición oriental que remito al culto a la familia, la cual aparece como recuerdo (lecciones maternas) y trauma (explotación paterna sufrida tanto por el protagonista como por su hermana).Todo ello al margen de criaturas de los más inverosímiles que aportan la cuota de fantasía épica al relato.
Como ya pasara con Black Panthern, la lectura política está ahí para el que la quiera ver. Así,los estadounidenses tratan de vendernos, de manera sutil eso sí, un mensaje: no somos racistas. Se ve en la manera en que el protagonista, su hermana y su pareja, pese a contar con rasgos claramente orientales, hablan,visten y asumen la música y los valores como el más paliducho de Nueva York descendiente de los Padres Peregrinos. Globalismo y capitalismo puro y duro al más puro estilo si quieres puedes. “Tu madre no vino hasta aquí para que fueras aparcacoches”, le dicen a Shang- Chi en un momento de la película. “A mi madre le hubiera gustado que fuese esa chica que está haciendo un trabajo universitario”, dice Katy. Al igual que el Vito Corleone de El Padrino y los italoamericanos que tratan de mantenerse fieles a sus raíces (las fiestas de San Genaro en Little Italy),viéndose sumidos en el Estado estadounidense Shang-Chi se debate entre el kung fu Shaolin heredado de sus ancestros, «Hotel California» de los Eagles y su querido Golden Gate. El villano se sale. Pirotecnias habituales aparte, la cinta no nos cuenta nada nuevo, pero aún así, es una de las historias de origen más interesantes (mucho más que Capitana Marvel o Ant-Man) y la cinta vuelve a demostrarnos que es capaz de emocionarnos a los seguidores de este universo que va camino de reinventarse. Los Eternos prometen subir la apuesta…
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