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Un canto a la quietud, la fascinación y la contemplación

  • Foto del escritor: Sergio Martínez López
    Sergio Martínez López
  • 12 sept 2021
  • 2 Min. de lectura

Matthew McConaughey en su papel como el detective Rust Cohle para la serie de HBO True Detective


Nuestra especie se ha definido por su capacidad de sobreponerse a las adversidades, creando para ello “inventos” de la nada a fin de progresar e incrementar el bienestar individual y colectivo. Está en nuestra naturaleza. Antaño fueron el fuego, la agricultura, la ganadería o el carbón. El reto actual no es material sino tecnológico o digital (5-G, telefonía móvil cada vez más moderna, redes sociales, revolución del conocimiento, influencers…). Internet es, como todo el mundo sabe, la nueva bestia a domeñar, llena de ventajas e inconvenientes.


Uno de estos últimos es la poca importancia que cada vez prestamos en la actualidad a la quietud, la fascinación y la contemplación. Inmersos (y algunos intoxicados) en la cultura vertiginosa del corto plazo, niños, adolescentes y adultos recibimos estímulos constantes que satisfacemos a golpe de click y scrolling screenshot. Así, llega nuestra recompensa en forma de dopamina rápidamente,creándonos un hábito que hemos interiorizado y normalizado. Ello nos resta habilidades (hay expertos que lo demuestran en diversos campos) de cara a centrar nuestros esfuerzos intelectuales a la hora de aprender, contemplar un cuadro, leer una novela, escuchar un debate filosófico o político, defender nuestros argumentos en charlas “densas” y ver una película muda o en versión original. Ya hay estudios que alertan de que la comprensión lectora de los niños que leen en papel es mayor que la de los que lo hacen en un medio digital (recuerden la fiebre de las famosas tablets hace algunos años).


“Las cosas no son ya” que decían nuestras abuelas.


Esta estética de la velocidad a la que consumimos la información nos impide la experiencia del mundo y las infinitas posibilidades culturales que tiene a nivel de conocimientos. Volviendo al inicio del artículo, hay que renovarse o morir (no tratemos de ser luditas), pero siempre debe haber espacio para contemplar, reflexionar, admirar y fascinarse.

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